jueves, 20 de febrero de 2014

El belga que compró el Alcorcón como lugar de encuentro

Roland Duchatelet se presentó el jueves 13 de febrero en Santo Domingo. Jersey azul, camisa blanca con el cuello sobresaliendo, pelo canoso, informal pero apañao y con ese aire despreocupado de la gente que lo tiene todo y busca nuevos objetivos para no aburrirse.


Roland Duchatelet en el césped de Santo Domingo

Duchatelet es un empresario belga de 68 años, que el pasado 10 de enero compró el Alcorcón por unos 4 millones de euros y que además  posee otros cuatro clubes en Europa: el Charlton Athletic inglés, el Standard de Lieja belga, el Carl Zeiss Jena alemán y el Ujpest húngaro.

El sueño de éste sexagenario belga en el Alcorcón es tan bonito como utópico. Su idea es convertir el club amarillo en un punto de encuentro de todos los vecinos de la ciudad. Conseguir que la gente sienta el equipo en el corazón y a partir de ahí crecer, tanto en masa social como en calidad para acabar jugando en Primera División. Qué fácil es decirlo y qué difícil parece hacerlo.

Eligió el Alcorcón por su estabilidad financiera, porque no tiene deudas y porque con poco dinero ha hecho grandes cosas, como jugar los Play Off de ascenso los últimos dos años. Había otras opciones en España, pero prefirió el equipo alfarero porque está en Madrid y eso según él significa que hay una dinámica positiva de la sociedad que se puede aprovechar para conseguir su objetivo.

Como todos ésta temporada, Duchatelet se ha dado cuenta de que la plantilla tiene calidad pero le falta gol. Por eso, y aunque no creo que quiera hacer alineaciones, dejó caer que para meter goles ha traído al delantero israelí Dudu Biton en el pasado mercado de invierno, o al media punta uruguayo, de 18 años, Guillermo Méndez.

Es una práctica habitual de éste belga, comprar un club y traspasar jugadores entre ellos. Según él porque los jóvenes son la base del fútbol y todos deben tener oportunidades de jugar, conocer y crecer en otros países y en otras ligas. Pero a mí me viene el recuerdo del Leganés del argentino Daniel Grinbank, que, en el 2003, quiso usar a otro club de Madrid para que fuera el escaparate de jugadores propios a los que quería colocar en Europa. Usó al Lega para su negocio personal y cuando vio que la cosa no salía cómo esperaba dio la espantada a mitad de temporada y dejó a los pepineros en Segunda B, de dónde no han salido hasta la fecha.

Aunque Duchatelet se ha cuidado mucho de dejar claro que su gestión nada tiene que ver con la del Granada de la familia Pozzo, ni con la del indio del Racing al que ha costado tanto echar de Santander. El belga dice que él es un gestor económico que se va a apoyar en la gente que sabe y conoce el Alcorcón. Por eso aprovechó para desvelar que la destitución de Miguel Álvarez y la vuelta de Pepe Bordalás fue con su consentimiento, pero aconsejada por la parcela deportiva amarilla.

A mí no me dio mala impresión el tipo. No creo que esté intentando engañar a nadie, aunque a lo mejor me dejo llevar más por el corazón que por la cabeza. Pero que nadie espere que el Alcorcón va a disparar su presupuesto para la próxima temporada y que va a hacer grandes fichajes, pues el CSD y la LFP no permiten inyecciones económicas en las SAD y tanto los gastos como los ingresos están ahora muy controlados.

Ojalá le salga todo bien, por lo que me toca. Porque ésta es mi tercera temporada siguiendo al Alcorcón y su sueño del ascenso también lo he hecho mío de alguna manera. E incluso puede ocurrir esta misma liga, porque la Segunda está tan apretada que tres victorias te meten arriba y tres derrotas te hunden abajo y el Alcorcón ahora mismo tiene todo igual de cerca que lejos. Y con el regreso de Bordalás, el equipo ha recuperado la seguridad defensiva, la verticalidad ofensiva y la actitud que con Álvarez había perdido. Toca menos, pero saben hacia dónde van. Ya hasta tiran a puerta y todo.


Lo dicho, que la llegada de Duchatelet de verdad sea porque el belga quiere hacer negocio ayudando a crecer a un club modesto para que viva en el Olimpo de los Dioses. Y que no sea un negocio personal para la venta de sus propios jugadores y engordar su capital particular, porque en España, de listos, chorizos, ladrones, aprovechados y pícaros estamos ya hartos, que para eso tenemos políticos, que afortunadamente, aún no se han metido a negociar con nuestro deporte.

jueves, 6 de febrero de 2014

El tío Pepe


Esta mañana me he despertado con la noticia de que había muerto Pepe. Es (era), el tío de mis amigos del pueblo. Y puedo decir, sin equivocarme, que era una de las personas por las que me hice Periodista.

Uno de los culpables fue Escalada, un profesor de Lengua que tuve en séptimo y octavo de EGB y que los dos años me nombró Director del Periódico Anual de la clase. Y el otro fue el Pepe. Porque él era el dueño del quiosco del pueblo en el que yo pasaba todos mis veranos hasta los veinte años. A cambio de quedarme a cargo del negocio mientras él vendía la lotería, o se tomaba una caña, el Pepe me dejaba leerme gratis todos los periódicos, en especial los deportivos que eran los que a mí me interesaban. Y de aquella afición a leer la prensa y dirigir aquel panfleto medio infantil surgió la idea de hacerme Reportero.

El sábado estuve en el Tanatorio de La Paz, trabajando, cuando murió Luis Aragonés. Y supongo que, por trabajo, ni hoy iré al Tanatorio ni mañana a su entierro. Pero el Pepe era un hombre tan de fútbol como el propio Luis. Quitando que él nunca fue jugador, más que nada porque la polio le dejó cojo cuando era pequeño, pero se puede decir que hablando de fútbol era tan entrenador como Aragonés, aunque del Madrid, eso sí.

Si con alguien podías discutir de fútbol hasta hartarte era con el Pepe. Y cuando la discusión acababa terminabas con la sensación de que a lo mejor el Pepe no sabía tanto de fútbol, pero que del Madrid solo había una persona en el mundo que podía saber más que él y esa era mi abuela, por supuesto.

Seguramente no podré ir a despedirme, pero me acordaré de él, como llevo haciendo todo el día. Me acordaré de su carácter difícil, de sus broncas, de sus insultos cariñosos y de alguna que otra colleja. Y con esto no estoy diciendo que fuera mal tipo. Todo lo contrario. Era de las personas que se hacían querer y a las que respetabas a pesar de las muchas disputas que pudieras tener con él. Porque bajo esa fachada de tipo duro y siempre encabronado se escondía un buen tío, cariñoso y afable. De los que te quieren y aprecian aunque no te lo digan nunca.

Se que sus sobrinos le van a echar de menos y también el pueblo en general, porque no era de los que pasaban inadvertidos, todo lo contario. Todo el mundo le conocía, para bien o para mal. Pero a nadie le era indiferente. Y eso es bueno.


Ahora se ha ido. Y se debe haber ido contento. Con una sonrisa al acostarse iluminando su cara. Porque anoche ganó su Madrid, encima al Atleti. Y aún se iría a la cama farfullando si Clos Gómez falló o acertó, maldiciendo que a pesar de lo que hicieron Pepe y Arbeloa, peor es Diego Costa. Y tras hacer su particular y mental tertulia deportiva antes de dormir, seguro que hoy se ha despertado discutiendo con mi abuela, allá donde estén. Y seguro que ha discutido también con ella, a pesar de lo que se querían. Y seguro que mi abuela ha terminado la discusión diciéndole: “Calla, Pepe, que ayer ganamos, pero con la herencia de Mourinho. Con Del Bosque estábamos mejor”.  Y yo os digo a los dos: Con vosotros sí que estábamos bien.