jueves, 6 de febrero de 2014

El tío Pepe


Esta mañana me he despertado con la noticia de que había muerto Pepe. Es (era), el tío de mis amigos del pueblo. Y puedo decir, sin equivocarme, que era una de las personas por las que me hice Periodista.

Uno de los culpables fue Escalada, un profesor de Lengua que tuve en séptimo y octavo de EGB y que los dos años me nombró Director del Periódico Anual de la clase. Y el otro fue el Pepe. Porque él era el dueño del quiosco del pueblo en el que yo pasaba todos mis veranos hasta los veinte años. A cambio de quedarme a cargo del negocio mientras él vendía la lotería, o se tomaba una caña, el Pepe me dejaba leerme gratis todos los periódicos, en especial los deportivos que eran los que a mí me interesaban. Y de aquella afición a leer la prensa y dirigir aquel panfleto medio infantil surgió la idea de hacerme Reportero.

El sábado estuve en el Tanatorio de La Paz, trabajando, cuando murió Luis Aragonés. Y supongo que, por trabajo, ni hoy iré al Tanatorio ni mañana a su entierro. Pero el Pepe era un hombre tan de fútbol como el propio Luis. Quitando que él nunca fue jugador, más que nada porque la polio le dejó cojo cuando era pequeño, pero se puede decir que hablando de fútbol era tan entrenador como Aragonés, aunque del Madrid, eso sí.

Si con alguien podías discutir de fútbol hasta hartarte era con el Pepe. Y cuando la discusión acababa terminabas con la sensación de que a lo mejor el Pepe no sabía tanto de fútbol, pero que del Madrid solo había una persona en el mundo que podía saber más que él y esa era mi abuela, por supuesto.

Seguramente no podré ir a despedirme, pero me acordaré de él, como llevo haciendo todo el día. Me acordaré de su carácter difícil, de sus broncas, de sus insultos cariñosos y de alguna que otra colleja. Y con esto no estoy diciendo que fuera mal tipo. Todo lo contrario. Era de las personas que se hacían querer y a las que respetabas a pesar de las muchas disputas que pudieras tener con él. Porque bajo esa fachada de tipo duro y siempre encabronado se escondía un buen tío, cariñoso y afable. De los que te quieren y aprecian aunque no te lo digan nunca.

Se que sus sobrinos le van a echar de menos y también el pueblo en general, porque no era de los que pasaban inadvertidos, todo lo contario. Todo el mundo le conocía, para bien o para mal. Pero a nadie le era indiferente. Y eso es bueno.


Ahora se ha ido. Y se debe haber ido contento. Con una sonrisa al acostarse iluminando su cara. Porque anoche ganó su Madrid, encima al Atleti. Y aún se iría a la cama farfullando si Clos Gómez falló o acertó, maldiciendo que a pesar de lo que hicieron Pepe y Arbeloa, peor es Diego Costa. Y tras hacer su particular y mental tertulia deportiva antes de dormir, seguro que hoy se ha despertado discutiendo con mi abuela, allá donde estén. Y seguro que ha discutido también con ella, a pesar de lo que se querían. Y seguro que mi abuela ha terminado la discusión diciéndole: “Calla, Pepe, que ayer ganamos, pero con la herencia de Mourinho. Con Del Bosque estábamos mejor”.  Y yo os digo a los dos: Con vosotros sí que estábamos bien.

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