Esta mañana me he despertado con
la noticia de que había muerto Pepe. Es (era), el tío de mis amigos del
pueblo. Y puedo decir, sin equivocarme, que era una de las personas por las que
me hice Periodista.
Uno de los culpables fue
Escalada, un profesor de Lengua que tuve en séptimo y octavo de EGB y que los
dos años me nombró Director del Periódico Anual de la clase. Y el otro fue el
Pepe. Porque él era el dueño del quiosco del pueblo en el que yo pasaba todos
mis veranos hasta los veinte años. A cambio de quedarme a cargo del negocio
mientras él vendía la lotería, o se tomaba una caña, el Pepe me dejaba leerme
gratis todos los periódicos, en especial los deportivos que eran los que a mí
me interesaban. Y de aquella afición a leer la prensa y dirigir aquel panfleto
medio infantil surgió la idea de hacerme Reportero.
El sábado estuve en el Tanatorio
de La Paz, trabajando, cuando murió Luis Aragonés. Y supongo que, por trabajo,
ni hoy iré al Tanatorio ni mañana a su entierro. Pero el Pepe era un hombre tan
de fútbol como el propio Luis. Quitando que él nunca fue jugador, más que nada porque
la polio le dejó cojo cuando era pequeño, pero se puede decir que hablando de
fútbol era tan entrenador como Aragonés, aunque del Madrid, eso sí.
Si con alguien podías discutir de
fútbol hasta hartarte era con el Pepe. Y cuando la discusión acababa terminabas
con la sensación de que a lo mejor el Pepe no sabía tanto de fútbol, pero que
del Madrid solo había una persona en el mundo que podía saber más que él y esa
era mi abuela, por supuesto.
Seguramente no podré ir a
despedirme, pero me acordaré de él, como llevo haciendo todo el día. Me
acordaré de su carácter difícil, de sus broncas, de sus insultos cariñosos y de
alguna que otra colleja. Y con esto no estoy diciendo que fuera mal tipo. Todo
lo contrario. Era de las personas que se hacían querer y a las que respetabas a
pesar de las muchas disputas que pudieras tener con él. Porque bajo esa fachada
de tipo duro y siempre encabronado se escondía un buen tío, cariñoso y afable.
De los que te quieren y aprecian aunque no te lo digan nunca.
Se que sus sobrinos le van a
echar de menos y también el pueblo en general, porque no era de los que pasaban
inadvertidos, todo lo contario. Todo el mundo le conocía, para bien o para mal.
Pero a nadie le era indiferente. Y eso es bueno.
Ahora se ha ido. Y se debe haber
ido contento. Con una sonrisa al acostarse iluminando su cara. Porque anoche
ganó su Madrid, encima al Atleti. Y aún se iría a la cama farfullando si Clos
Gómez falló o acertó, maldiciendo que a pesar de lo que hicieron Pepe y Arbeloa,
peor es Diego Costa. Y tras hacer su particular y mental tertulia deportiva
antes de dormir, seguro que hoy se ha despertado discutiendo con mi abuela, allá
donde estén. Y seguro que ha discutido también con ella, a pesar de lo que se
querían. Y seguro que mi abuela ha terminado la discusión diciéndole: “Calla, Pepe, que ayer ganamos, pero con la
herencia de Mourinho. Con Del Bosque estábamos mejor”. Y yo os digo a los dos: “Con vosotros sí que estábamos bien”.
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